La audiencia creciente de corrientes de extrema derecha, o literalmente fascistas, en el corazón mismo de la “vieja Europa”, la victoria del Brexit en Gran Bretaña o la elección de Trump en los EEUU preocupan.
Con toda razón. Aunque, en Gran Bretaña, los votos a favor del retiro querían sobre todo evidenciar el rechazo de una Unión Europea a las órdenes de las multinacionales y de las finanzas, la campaña por el SÍ olía mal la xenofobia. Y, supuestamente en ruptura con el “poder”, las diatribas especialmente nauseabundas de Trump obviamente no disuadieron a una parte substancial del electorado. Reconfortada a la lectura de su futuro Gobierno, por otra parte, Wall Street rápidamente descifró el mensaje: ¡las acciones, bancarias en particular, se dispararon desde diciembre!
¿Todos estos resabios nacionalistas, chauvinistas, reaccionarios, racistas, xenófobos, sexistas, belicosos, que surgen sin complejo ni vergüenza, no tienen nada que temer? ¿En particular, en Europa, mientras que una parte de juventud parece bien poco informada de los años 1930?
Ciertamente. Sobre todo, teniendo en cuenta que, en otros lugares, el surgimiento de un nacionalismo hindú fascistizante, la efervescencia de organizaciones salafistes, wahhabistes, djihadistes, integristas ‒ cualesquiera que sean los calificativos que la prensa les asigne, aquí no hay espacio suficiente para hacer el análisis ‒, tan mortales y reaccionarias como manipuladas e instrumentalizadas, los repliegues de identidad en muchos lugares siguen existiendo.
¿No auguran una fase más crítica del futuro inmediato? ¿No cabe estar desilusionado, decepcionado, desalentado?
El milenio parecía con todo abrirse, por fin, sobre una nueva era de cambio: cambios progresistas en América Latina; progresión extraordinaria del Podemos en España o de Syriza en Grecia; negativa valiente del pueblo griego, el 27 de junio de 2015, a doblegarse ante las oligarquías financieras y a los ucases de la Troika; levantamientos en Túnez luego en Egipto…
¿Todo esto habría sido sólo de corto plazo? Traición de Tsipras, un Gobierno, denominado “de izquierda”, algunos días después del referéndum; revés, o incluso retrocesos, de Gobiernos latinoamericanos, progresistas, bajo las amenazas de la derecha neoliberal y su aliado potente norteamericano; promesas incumplidas de las “primaveras árabes”; explosiones generalmente sin porvenir de la cólera africana, carente de alternativa coherente y positiva… ¿No hay de qué provocar el enfriamiento de muchos entusiasmos?
Sí y no, ya que también podemos citar los sorprendentes buenos resultados electorales de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña o de Bernie Sanders, en Estados Unidos, las manifestaciones enormes, encabezadas por las mujeres, contra la entronización de Trump y sus primeras medidas discriminatorias y reaccionarias…
Y, lo que es más importante, emergen iniciativas en la base en muchos lugares; propuestas alternativas, a menudo muy prácticas y concretas, florecen; dibujan otras posibles vías prometedoras… ¿Se intensificarán, se mancomunarán en movimientos más generales y en estrategias de cambio? El futuro lo dirá.
Lo que es seguro, es que todos estos movimientos tienen lugar en un mismo contexto general: el de una crisis insuperable del sistema dominante. Una crisis que, en oleadas sucesivas desde los años 1970 – la última en 2008 ‒ no dejó de profundizarse: financiera, política, económica, social, ecológica, cultural… Un sistema incapaz de reformarse, listo al caos generalizado para mantenerse: guerras sin fin, elecciones convertidas en farsa, pillaje ilimitado de los recursos naturales, acaparamiento de tierras, desempleo como sola perspectiva el mayor número a la escala planetaria, desigualdades crecientes, bombardeo publicitario y consumismo desenfrenado, profesiones ecologistas convirtiéndose rápidamente a lo sumo en “negocio ecológico”, manipulaciones financieras y fiscales, instrumentalización comercial de la RED, la cultura cada vez es más comercial y unívoca, el derecho internacional es dejado de lado en las Naciones Unidas, etc., etc.
“La crisis consiste precisamente en el hecho, de que lo antiguo muere y lo nuevo, no puede nacer: durante este interregno se observan diversos fenómenos mórbidos”, escribía a Antonio Gramsci en sus Cuadernos de prisión. Y agrega: “El viejo mundo se muere, el nuevo mundo tarda en aparecer y en ese claroscuro surgen los monstruos”.
Que, ante la determinación cínica y arrogante del capitalismo imperialista a perpetuar su dominación, las reacciones van, en todos los sentidos, no debería sorprender; que frente a las oligarquías la cabeza gacha sobre la única esperanza de sus beneficios, las “respuestas” son progresistas, internacionalistas, humanistas, confusas, turbias, ansiosas, o aún, reaccionarias y criminales, desgraciadamente, no presentan nada de nuevo; y que, contra una globalización neoliberal que impone el beneficio exclusivo de una minoría, invocar la soberanía nacional como principio defensivo tiene sentido: a veces para mal, es cierto, pero también a veces para mejor, el ejemplo del Alba o las prohibiciones territoriales de los transgénicos (OGM) o del fracturamiento hidráulico (fracking)… La lucha por una alternativa progresista, inclusiva, social, feminista, ecologista no prevalecerá por adelantado.
Escuchando los ecos del mundo, no debiésemos tener en cuenta este otro llamado formulado por Gramsci del fondo de su calabozo en la isla de Ventotene: ¿Saber “aliar el pesimismo de la razón al optimismo de la voluntad”?
Pronto, casi medio siglo, el CETIM se esfuerza y participa activamente, en particular, en dar a las luchas por un mundo mejor nuevos instrumentos para su combate:
Iniciativa, a pocos años de diferencia, de dos guías para la auditoría ciudadana de la deuda; varias otras obras sobre el dispositivo implacable que constituye en las manos de los poderosos para someter y saquear al pueblo, y sobre los programas de ajuste estructural en particular; numerosas intervenciones en la misma dirección en el “Palacio de las Naciones”.
Pone en marcha, desde 2008 en Naciones Unidas, junto con La Vía Campesina, una extensa campaña, todavía en curso, a efectos de aprobar la Declaración sobre los derechos de los campesinos; varias obras para denunciar la destrucción sistemática de la agricultura campesina de la globalización neoliberal; sobre las luchas de los campesinos familiares y pueblo indígena; sobre los transgénicos (OGM), el embargo de los trust sobre las semillas, los animales y su patrimonio genético.
Defensa inquebrantable del derecho internacional de las Naciones Unidas, sobre la base del mantenimiento de la paz y la defensa del principio de la igualdad soberana de los Estados, crítica de su subversión por el derecho empresarial y por los acuerdos de “libre comercio” fortaleciendo la desigualdad en el desarrollo y la dominación de las empresas trasnacionales (STN).
Reiterados llamados por el cumplimiento del derecho de asilo y de los derechos de los migrantes ‒ el CETIM fue en 1997 con Fuir le chaos (Escapar del caos) escrito por Raymond Joly, uno de los editores que publicaron los testimonios elocuentes de solicitantes de asilo de menores, después de otros tres libros, editados en 1986, 91 y 93, denunciando las miradas sobre el asilo, fortaleza Europa y el espacio Schengen.
Quedando al descubierto una “ayuda” que, dista mucho, de la cooperación auténtica internacional, se convirtió por sus condicionalidades múltiples en instrumento de reconquista neocoloniales.
Defensa contra un mal-desarrollo generalizado y por la multiplicación de las experiencias “de producir – y consumir – de otra manera” por quienes están abajo.
Lucha paciente y encarnizada, desde 1996 en el sistema de Naciones Unidas, para poner en vigor un instrumento vinculante permitiendo a las víctimas de violaciones de sus derechos humanos y medioambientales de atacar judicialmente las sociedades transnacionales responsables.
De manera más general, esfuerzos incesantes para que los derechos económicos, sociales y culturales, así como el derecho al desarrollo, no permanezcan siendo el pariente pobre de los derechos humanos, mientras que oficialmente se declaran todos, iguales, vinculados el uno con el otro, indivisibles e interdependientes.
Convocatoria de la memoria para llevar las luchas futuras, con el lanzamiento de su colección Pensamientos de ayer para mañana…
El combate del CETIM sigue comprometido, más militante que nunca. En la encrucijada de los conflictos de la calle e institucionales, el CETIM tiene un lugar particular en la galaxia de las ONG. Desempeña un papel indispensable, tanto en los ámbitos de la reflexión y la información como, de la acción.
Pero necesita también apoyo más amplio, reforzados, multiplicados, con el fin de superar sus desventajas financieras y la insuficiencia de sus recursos humanos. Todo, apoyo es bienvenido: adhesiones, grandes y pequeñas subvenciones y, herencias, pistas para nuevos financiamientos – Visite nuestro sitio www.cetim.ch. Nuevas propuestas son también bienvenidas. A una sola condición: que no afecte en absoluto la autonomía de acción y el pensamiento crítico de nuestra asociación común.
Ahí reside la fuerza de la propuesta y el futuro del CETIM. ¡Y la lucha que está llevando con otros para cambiar el mundo lo exige!