1. La grave crisis financiera que afecta actualmente a los Estados Unidos y los otros países del Norte estaba anunciada desde hace mucho tiempo1. Aunque es difícil determinar con precisión cuándo ha empezado, el hecho es que en principio afectó al Sur – y al Este –, a las periferias del sistema capitalista mundial. México en 1994, después, en 1997-98, Asia “emergente” (Corea del Sur, Tailandia, Taiwán, Malasia….), enseguida Brasil y Rusia, y en fin, Argentina en 2001. La propia África fue alcanzada, con el hundimiento de la economía ivoiriana, dependiente, desordenada, extravertida, “modelo neoliberal” sobre el continente, según los expertos del Banco Mundial. Y continúan dándose las condiciones de esta crisis globalizada, a partir de la aceleración del caos de los mercados financieros2 –comenzada en los años 1970, tras el desmantelamiento del sistema de Bretón Woods y la flexibilización de las tasas de cambio. Aunque las perturbaciones observadas en el sector inmobiliario tienen su propia dinámica de burbuja que se tiene su propio cumplimiento, deben ser interpretadas como la continuación de problemas no resueltos desde ese desorden –uno de cuyos episodios ha sido la implosión en 2001 de la burbuja precedente, la de la “nueva economía”, con repercusiones múltiples a escala mundial.
2. A comienzos de agosto de 2007. en apenas cinco días, los bancos centrales de la Unión Europea, de los Estados Unidos y del Japón inyectaron 350.000 millones de dólares de nuevos créditos en el sistema bancario internacional. La finalidad de estas intervenciones era evitar la penuria de liquidez y detener la caída de los cursos de las bolsas tras la suspensión de la actividad de los fondos especulativos (de la banca BNP Paribas) comprometidos en inversiones inmobiliarias muy arriesgadas. En el segundo semestre, los mercados financieros han continuado siendo muy inestables, a cada nuevo anuncio de pérdidas sufridas por los grandes bancos (como Citigroup). A finales de enero de 2008, un nuevo vendaval de pánico sacudió las finanzas mundiales, tras el fraude récord de la Societé genérale. El 21, las bolsas se hundieron. Al día siguiente, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed)3 reducía su tasa de interés, de 4,25% a 3,5%, luego a 3%. Como los diferentes planes de salvamento propuestos por los consejeros del Presidente George W. Bus no estuvieron a la altura de las circunstancias, la crisis no podía dejar de extenderse… A comienzos de septiembre de 2008, la degradación de la situación de los mercados financieros era tal que la nacionalización de los dos mayores aseguradores (semipúblicos) de créditos hipotecarios de los Estados Unidos, clave de la armazón del sistema, devino inevitable. Uno de los puntos fundamentales de la crisis fue, el 15 de septiembre, la no intervención de las autoridades monetarias –neoliberalismo obliga– cuando la quiebra de Lehman Brothers. Con toda seguridad, no se han calculado las consecuencias de este inmovilismo en términos de multiplicación de los riesgos de desestabilización del conjunto del sistema de financiamiento, comprendida la deuda del Estado (notablemente vía los “CDS”). En pocos días, el Tesoro (Paulson) y la Fed (Bernanke) cambiaron radicalmente de posición; la compañía de seguros AIG fue nacionalizada, las ventas “a descubierto” quedaron (provisionalmente) prohibidas, y las líneas de crédito especiales se abrían a la Fed para las bancas Morgan Stanley y Godman Sachs, la toma por J.P. Morgan de la principal caja de ahorros del país (Washington Mutual, en el origen de la más importante quiebra de la historia) era directamente asistida por el Estado, creándose un “bailout fund” (de más de 700 miles de millones de dólares), y las autoridades monetarias de los Estados Unidos entraban masivamente en el capital de una selección de los más potentes oligopolios bancarios en extrema dificultad…
Orígenes de la crisis
3. Aunque, en cada época, pueden variar sus factores de desencadenamiento y sus mecanismos, la crisis económica es un modo de funcionamiento “normal” del sistema capitalista. Desde el desmantelamiento del marco de Bretón Woods en los años 1970, el sistema de crédito ha conocido considerables transformaciones, sobre todo la creación de productos derivados, instrumento que toma la forma de contratos firmes u optativos que obligan a los flujos financieros a depender de los de un producto subyacente (materia prima, acción, tasas de cambio, tasas de interés…). La integración de las bolsas y los bancos en el seno de mercados caóticos globalizados ha desplazado el centro de gravedad del poder hacia las finanzas, cuyos diktats se han impuesto sobre la lógica económica. El sistema de crédito, que comprende los bancos y las bolsas, así como las compañías de seguros, los fondos de pensiones4, los fondos especulativos de inversiones5 y otras instituciones de la misma naturaleza, constituye el vínculo de creación de “capital ficticio”. Las formas que reviste este último son principalmente el capital bancario, los valores mobiliarios (títulos de propiedad o deudas) y las deudas públicas. Podrían añadirse las combinaciones de productos derivados utilizadas en las estrategias de especulación. Tras el “golpe” de la Fed en octubre de 1979, que pasó por un alza brutal y unilateral de las tasas de interés, y marcó el regreso al poder de la gran finanza –o sea, el conjunto de propietarios de capital mundialmente dominante, con sus instituciones–, la expansión de este capital está en el origen de la crisis de la deuda en los años 1980, iniciada en México en 1982.
4. Una de las tentativas para salir de la crisis ha sido la flexibilización financiera. El conjunto de las deudas externas de todos los países del mundo se estimaba en 2005 en 5.260 miles de millones de dólares. Las reservas acumuladas por el “BRICS” (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), más Corea del Sur y México, se acercaban a los 3.500 miles de millones de dólares en 2007. La mayor parte de las deudas se transforma en capital ficticio y mercantilizado, mientras que las reservas se convierten en préstamos y son atraídas hacia los Estados Unidos para cubrir sus déficites abismales. Cada día, las cantidades intercambiadas como divisas de los mercados de derivados son del orden de 3.200 miles de millones de dólares, y las de derivados negociados directamente entre agentes, de 4.200 miles de millones. A título de comparación, el producto interno mundial bruto en 2007 alcanzaba 65.820 miles de millones de dólares, y las exportaciones e importaciones totales, 13.720 y 13.640 miles de millones, respectivamente. Una gran parte del capital ficticio se ha convertido en parasitario: su montante sobrepasa largamente el destinado a la reproducción de capital productivo. A pesar de su no contribución a la producción, este capital se beneficia sin embargo de una redistribución de plusvalía y alimenta la creación de capital ficticio suplementario, como medio de su propia remuneración. La crisis financiera debería pues desvalorizar una parte enorme de este capital parasitario para poder relanzar un ciclo de acumulación de capital. Pero las contradicciones del sistema mundial son en este momento tan grandes que tal desvalorización correría el riesgo de abocarlo a su total hundimiento.
5. En efecto, el sistema monetario y financiero internacional está hoy en día plagado de muy profundas paradojas. Una de ellas es la ilusión a tenor de la cual sería posible encontrar soluciones a la crisis continuando con la gestión neoliberal. Sin embargo, una burbuja no se quiebra más que para dar lugar a otra, más peligrosa todavía. Las soluciones propuestas continúan siendo fiables en los mercados, sin tratar de imponer límites a la lógica de la maximización del beneficio. Una segunda paradoja es la aparición de crisis de liquidez, como durante el verano de 2007, en una economía mundial en sobreliquidez. La substitución de una parte negociada del valor añadido entre salarios y beneficios por una espiral de superconsumo –sobredeuda de los gastos– hace imposible la reabsorción de los desequilibrios estructurales sin quebrar el motor del crecimiento. Tercera paradoja: los bancos centrales “independientes” rehúsan todo intervensionismo del Estado, pero ellos intervienen masivamente en cuanto el sistema se ve amenazado. La Bank of England ha sacado a flote a la Northern Rock, institución de crédito hipotecario que hacía frente a una “ruée bancaria”6 – la primera en un país del Norte desde hace casi un siglo –, antes de decidir la nacionalización en febrero de 2008.
Efectos sobre los países del Sur
6. Las crisis son momentos en los que ciertas fracciones del capital –en general menos productivas y/o innovadoras y con créditos muy arriesgados– hacen quiebra, para ser incorporadas a una estructura de propiedad más concentrada. De este modo, las clases dominantes pueden resultar más fortalecidas que antes de la crisis – incluso si una parte de ellas corresponde a las clases medias. En el siglo XX, a cada reorganización de la dominación del capital, el perfeccionamiento de las políticas macroeconómicas ha permitido al sistema dotarse de instituciones e instrumentos más eficaces a fin de atenuar los efectos devastadores de las crisis . . . pero nunca han evitado la exacerbación de sus contradicciones. En los Estados Unidos, los peores efectos de la crisis actual serán soportados por los más pobres. Millones de familias van a perder su vivienda en los próximos meses. El paro y la pobreza van a aumentar, mientras que el poder de adquisición de los salarios tendrá tendencia a disminuir. Sin una universalización de los sistemas de la salud y de los subsidios de paro, las condiciones de vida serán todavía más difíciles.
7. Pero esta crisis es sistemática y afectará por repercusión a los países de las periferias y a su fuerza de trabajo, habida cuenta de la baja general del crecimiento económico en el Norte y, todavía más, a través de las cadenas de dependencia del Sur. Porque continúan, a través de sus múltiples canales, las diferentes formas de transferencia de la plusvalía del Sur hacia el Norte: el reembolso de la deuda externa, la repatriación de los beneficios de las inversiones extranjeras directas, los beneficios de valoración de los títulos registrados en inversiones de cartera en los balances de pagos, el intercambio ilegal, el costo suplementario de las importaciones de productos agrícolas… La orientación de los precios de los productos agrícolas en alza debe tender no al aumento de la especialización en los cultivos de exportación, especialmente los biocarburantes, sino a proporcionar los recursos para sostener las agriculturas de primera necesidad y mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las sociedades paisanas.
8. La situación actual ve aumentada su complejidad por el hecho de que algunos de los grandes países del Sur –entre los que figuran en primer lugar la China o el Brasil– poseen importantes reservas de intercambio, gracias a las cuales ayudan de facto a que el Gobierno de los Estados Unidos evite el hundimiento de su economía, en vez de consagrar esos recursos a la satisfacción de las propias necesidades de sus políticas sociales. Una depreciación del dólar conllevaría la desvalorización de sus propias reservas oficiales. Varios países del Sur – entre ellos los Emiratos del Golfo – también han sostenido a los grandes bancos del Norte en dificultades, por medio de sus fondos soberanos7. Pero la deuda externa de los países del Sur continúa aumentando, mientras que este conjunto (de 145 economías) ha pagado ya al Norte, entre 1980 y 2006, unos 7.674 miles de millones de dólares a título del servicio de su deuda. Sin embargo, esta gigantesca sangría de recursos no ha cambiado la naturaleza de estas sociedades dependientes, ni la de sus relaciones con el Norte. Su acentuación, por el propio hecho de la crisis, contribuirá por el contrario a concentrar todavía más la riqueza, a nivel intranacional, por una parte, en beneficio de las clases dominantes del Sur, y a nivel internacional, por otra, a favor de los países del Norte. Sin una reglamentación de los movimientos de capital y sin la lucha contra la especulación financiera, no cabe esperar más que el aumento de la pobreza en el curso de los próximos años. Estas tendencias ejercerán presión sobre el aumento de las tasas de explotación de la fuerza de trabajo en las economías periféricas y accionarán los mecanismos de autoentretenimiento de bloqueo del desarrollo en el Sur.
Reafirmar el derecho al desarrollo en la lucha contra la crisis
9. Es indispensable que las relaciones económicas, monetarias y financieras entre las periferias (Sur y Este) y el Centro (Norte) del sistema mundial capitalista se reorganicen, en profundidad y según principios nuevos. Éstos deberían, por medio de la intervención de los Estados soberanos, imponer normas y límites estrictos a los mecanismos de acumulación de capital y promover la solidaridad y la cooperación entre copartícipes. Es ésta una condición sine qua non de la construcción de un orden económico internacional más justo y equitativo. Entre las medidas necesarias, mencionaremos:
· la modificación de las reglas de acceso a los mercados y a los sistemas financieros internacionales;
· la creación de áreas monetarias regionales de estabilización de las tasas de cambio;
· el control y la tasa de los movimientos de capital;
· la supresión de la especulación y de los paraísos fiscales …
10. Es urgente reconstruir alternativas fiables y sostener los procesos populares de transición hacia el progreso social y la democracia. En un momento en que las políticas de lucha contra los efectos de la crisis financiera pueden abrir perspectivas muy distintas, tanto progresistas como reaccionarias, es fundamental reafirmar la importancia de la aplicación del derecho de los pueblos a la autodeterminación como figura en el articulo 1 común de los dos Pactos internacionales sobre los derechos humanos. Es también fundamental reafirmar la importancia del contenido de la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo, adoptada por la Asamblea General de la ONU el 4 de diciembre de 1986, y la necesidad de su libre ejercicio. En ella, el desarrollo se ve como “un proceso global, orientado a la mejora del bienestar del conjunto de la población y de todos los individuos, sobre la base de su participación activa, libre y significativa en el desarrollo y en el reparto equitativo de los beneficios que de él se deriven”.
11. Las ONG signatarias estiman que el hecho de apostar, para salir de la crisis, sobre las exportaciones, las inversiones directas o el crecimiento económico, como parece preconizar el proyecto de resolución del Consejo de Derechos Humanos en consulta8, no puede conducir sino a la agravación de la crisis y a nuevas burbujas si –cuando menos– las cuatro medidas antes mencionadas no son tenidas en cuenta.