Desde que comenzó
el milenio, expresiones tales como “terrorista”, “terrorismo”
y “lucha contra el terrorismo” han pasado a formar parte del vocabulario
cotidiano del común de la gente, sin que se sepa exactamente
que se esconde tras ellas, ni si son utilizadas cuando realmente
corresponde.
En nombre de la sacrosanta “lucha contra el terrorismo” se aplican,
incluso en los países llamados democráticos, medidas
antidemocráticas y claramente liberticidas (vigilancia
vídeo, escuchas telefónicas, control de los correos
electrónicos privados…) en medio de un clima de miedo,
muchas veces creado artificialmente y explotado para otros
fines. Peor aún, las “grandes democracias” admiten el recurso
a la tortura, al asesinato y a las desapariciones forzadas con
la finalidad, dicen, de salvar “vidas inocentes”, pese a que dichas
prácticas aberrantes están condenadas oficialmente
desde hace decenios en esos mismos países y prohibidas
por convenciones internacionales.
Con semejante clima y con ese tipo de métodos, los derechos
humanos son violados, el Estado de derecho es escarnecido y la
presunción de inocencia casi siempre olvidada. Es la ocasión
“soñada” por ciertos gobiernos para hacer aprobar, con
el pretexto de la “amenaza terrorista”, presupuestos militares
y de seguridad colosales en detrimento de los gastos sociales
y para reprimir las luchas sociales y políticas, etiquetándolas
a menudo de “terroristas”.
Este folleto no tiene la ambición de tratar todos los aspectos
de un tema extremadamente complejo y muy controvertido.
Está compuesto de cuatro capítulos, el primero de
los cuales trata sobre la definición del terrorismo y la
necesidad de distinguirlo de las luchas de liberación
nacional y social.
El Capítulo II proporciona algunos ejemplos de terrorismo
de Estado en el pasado reciente, recapitulación indispensable
porque este aspecto es, de manera general, el gran ausente
de los debates, salvo cuando es manipulado por las grandes potencias
con el fin de chantajear y movilizar a la opinión pública.
Los capítulos III y IV están consagrados a examinar
el tratamiento de la cuestión en las instancias internacionales
y regionales.
En el capítulo III elegimos deliberadamente Europa occidental
y los Estados Unidos para estudiar el efecto de las llamadas
medidas antiterroristas en el plano nacional. Por tres razones.
La primera es que esos países, autodenominados “cuna
de los derechos humanos y de la democracia”, derivan peligrosamente
hacia regímenes poco respetuosos de esos valores aunque
pretendan lo contrario. La segunda es que si bien los destinatarios
de esas medidas son particularmente los refugiados y los
inmigrantes, las mismas suelen afectar a muchos de sus propios
ciudadanos. Y la tercera razón es que, teniendo en cuenta
la posición dominante a escala mundial de dichos países,
sus políticas antiterroristas tienen un impacto nefasto
no solamente sobre los derechos humanos en general y el derecho
de autodeterminación de los pueblos en particular, sino
también sobre el derecho internacional humanitario y los
sistemas de justicia penal.
El fenómeno del terrorismo, que tiene causas y consecuencias
sociales, políticas, ideológicas y económicas,
debe ser estudiado en todos sus aspectos y sólo así
se lo podrá comprender y enfrentar eficazmente.
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