Al hablar de la deuda externa,
nos referimos al endeudamiento de los países llamados del
Tercer Mundo (países del Sur) desde los años 1960
hasta nuestros días. Mientras que el total de la deuda era
de 70 mil millones de dólares americanos en 1970, ésta
se ha multiplicado por 40 hasta alcanzar en 2006 un nivel insoportable
para dichos países: 2 850 mil millones de dólares
americanos. Hay que precisar que se trata tanto de deudas públicas
y privadas como de deudas bilaterales y multilaterales, teniendo
en cuenta que pueden cambiar de “categoría” a causa de “del
rescate y las transferencias de créditos, las renegociaciones
de deudas y las fianzas, los préstamos vencidos reemplazados
por nuevos empréstitos, los reescalonamientos y las cancelaciones
parciales pero condicionadas, los desfalcos y las evasiones, los
sobornos y las inscripciones ficticias…”.
Las causas del endeudamiento de los países del Sur son múltiples:
se pueden mencionar la imputación a los nuevos Estados independientes,
en particular los países africanos, de las deudas contraídas
por parte de los poderes coloniales y la venta a los países
del Sur de los bancos occidentales, que disponen de una sobreliquidez,
a falta de inversiones seguras, y que están al acecho de
beneficios jugosos (tasas de interés muy elevadas). A todo
ello se añade el concesión de créditos por
parte de las instituciones de Bretton Woods (FMI y Banco Mundial)
para la realización de proyectos faraónicos a menudo
mal concebidos, poco productivos y costosos (fábricas “llave
en mano”, y en especial infraestructuras y presas). La sumisión
de los países del Tercer Mundo a políticas elaboradas
por las instituciones citadas para su pretendido desarrollo
ha tenido consecuencias desastrosas sobre su economía y sus
poblaciones (ver más adelante las políticas de ajuste
estructural) Además, la corrupción, la venta de armas
a los países del Sur y las crisis sistemáticas y periódicas
a nivel mundial son otros aspectos del endeudamiento.
La deuda externa de los países del Sur es una verdadera carga
y tiene un fuerte impacto en prácticamente todos los aspectos
de la vida de las poblaciones de estos países. Ocupa, entre
otros, el orden del día de las organizaciones internacionales
desde hace cerca de cuatro décadas.
Así como las instituciones financieras internacionales optan
por las políticas/programas de ajuste estructural –
PAS (capítulo I) para resolver la crisis de la deuda y “promover
el desarrollo”, las instancias de Naciones Unidas tienen otra visión
del problema (capítulo III). Sea como sea, una cosa está
clara: la deuda y los PAS tienen indudablemente un impacto nefasto
sobre los derechos humanos (capítulo II). Frente a esta situación,
los pueblos y los movimientos ciudadanos se movilizan (capítulo
IV). |
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