Intervención al tema 7 : el derecho al desarrollo. Exposicion escrita conjunta presentada por el CETIM y la AAJ.
E/CN.4/2003/NGO/210I. La puesta en práctica del derecho al desarrollo se ve obstaculizada por una serie de factores, entre ellos:
a) la deuda externa de los países pobres;
b) la especulación financiera;
c) la corrupción de los gobiernos y de las grandes empresas;
d) la desigual distribución de los recursos, a escala internacional y en el interior de cada país;
e) una economía mundial que desde hace algunos años está en crisis permanente, la que se trata de superar recurriendo periódicamente a la economía de guerra.
II. Se examinarán algunos de estos factores.
1. A través del capital financiero especulativo una ínfima minoría se apropia en forma parasitaria y delincuencial del fruto de trabajo y de los ahorros de los pueblos de todo el mundo, al margen de la economía real, es decir de la economía productiva.
Y ello ocurre en diversas formas.
En el caso argentino, los grandes grupos financieros nacionales e internacionales, con la complicidad de los Bancos y de los sucesivos gobiernos y con la bendición y participación del Fondo Monetario Internacional, han despojado al país mediante políticas desenfrenadas de privatización de los bienes públicos, de endeudamiento externo e interno real o ficticio, de estatización de deudas privadas, de fugas masivas de capitales y finalmente estafaron a buena parte de la población despojándola de sus depósitos bancarios.
El resultado es que en pocos años el número de pobres en Argentina se ha multiplicado varias veces y ahora asciende a más del 50 por ciento de la población y la tasa de desocupación es del orden del 25 por ciento.
En un estudio publicado el 2 de marzo de 2002 por tres economistas de la Central de Trabajadores Argentinos se dice: “Los resultados obtenidos indican que la ganancia cambiaria realizada asciende a U$S 13.132 millones considerando la tasa de cambio que aproximadamente rige en la actualidad (dos pesos por dólar). Cabe señalar que dicha ganancia es el resultado del subsidio estatal (0,4 pesos por dólar) y de la licuación que sufren los ahorristas atrapados en el “corralito financiero”… Monto que, por otra parte, nos indica que durante los cuarenta días que lleva la actual administración, los agentes económicos analizados en este material se han apropiado un 9% del PBI. De dicho total, el 30,2% fue apropiado por los conglomerados extranjeros, el 27,0% por las empresas transnacionales, el 22,2% por los grupos económicos locales, y el 14,6% por las asociaciones”.
En Estados Unidos, el gigante transnacional de la energía Enron se ha declarado en quiebra reconociendo una deuda de 40 mil millones de dólares y ha dejando en la calle a su personal (12000 personas), al que, por añadidura, despojó del capital previsional de su jubilación, invertido en acciones de la propia empresa. En otras quiebras de grandes bancos o grupos financieros transnacionales, miles de pequeños ahorristas han visto evaporarse el fruto de muchos años de esfuerzos e incluso de privaciones.
Después de Enron se sucedieron otros casos similares como el de WorldCom y resultaron implicados los dos más grandes bancos estadounidenses: Citigroup y JP Morgan Chase.
Una situación similar se produjo también en algunas transnacionales basadas en otros países, como Vivendi y otras en Francia. La acción de Vivendi llegó a cotizarse a 141,60 el 10 de marzo de 2000 y valía sólo 9,30 el 16 de agosto de 2002.
¿Qué significa esto para los pequeños ahorristas? Un pequeño ahorrista que en marzo de 2000 compró 10.000 dólares en acciones de WorldCom se encuentra en julio de 2002 con que sus acciones valen sólo 200 dólares (Despacho de AFP del 21/07/02 proveniente de la ciudad de Clinton, Estados Unidos).
Muchos jubilados estadounidenses, frente a la reducción de sus ingresos, están optando por buscar nuevamente trabajo, si pueden hacerlo. Lo que no es el caso de los que tienen 70-75 años. La revista Time ilustra esta situación mostrando a una mujer anciana sirviendo hamburguesas equipada con patines.
Todas estas quiebras, operaciones fraudulentas, escándalos financieros, fugas de capitales, etc., que han tenido lugar a la vista y paciencia (y con la complicidad) de los gobiernos, que no utilizaron los mecanismos de control de que disponen, significan un fenomenal despojo de recursos a enormes masas de la población y la concentración de dichos recursos en los grandes centros del poder económico-financiero transnacional.
Es interesante constatar que los trabajos de asesor legal de las grandes sociedades que cometieron enormes fraudes y el de vigilar la transparencia de las operaciones financieras al frente de la Comisión de control de los mercados bursátiles (SEC) de los Estados Unidos, son intercambiables: Harvey Pitt, designado por Bush al frente de la SEC, fue abogado de numerosas firmas del Wall Street, entre ellas la consultora Arthur Andersen, cómplice en la defraudación de Enron (The Washington Times, 3 de julio de 2002).
La reacción ex post facto del gobierno estadounidense, adoptando la Corporate Auditing Accountability Act el 25 de julio de 2002, quizás con la sola finalidad de frenar el “krach” bursátil, se hizo necesaria para restablecer mínimamente la confianza de la población, después que Bush dijo públicamente: “Los escándalos han traicionado al pueblo americano. Los inversores han perdido su dinero, los jubilados su seguridad y los trabajadores sus empleos. La práctica de negocios deshonestos equivalen a robo y fraude”…(Diario Liberazione, Roma, 21/07/02, p. 15).
Otras formas que utiliza el capital financiero transnacional de apropiarse en forma parasitaria del fruto del trabajo ajeno, es decir sin intervenir en el proceso productivo, son la privatización de la seguridad social, de la que se han hecho cargo los fondos (privados) de pensiones, la sustitución de parte del salario o de otras remuneraciones, de que es acreedor el personal, por acciones o por opciones sobre acciones de la misma empresa (stock-options), etc., que son distintas formas de robar o estafar, como dicen los economistas Labarde y Maris. Este tema es muy vasto y excede los límites de este trabajo, por lo que nos remitimos a alguna bibliografía específica.
2. Pero el capital industrial sigue teniendo un papel de primer orden en el sistema, que se ha reforzado considerablemente en los últimos meses, desde que sus sectores más peligrosos y agresivos, las industrias petrolera y de armamentos, han recuperado la hegemonía en el centro del poder mundial, con la entronización del equipo Bush, en cuyo gobierno están ampliamente representados ambos sectores industriales.
La industria aeronáutica se orienta hacia la producción de material militar de alta tecnología, como se pudo notar en la muestra bianual de la industria aeroespacial, celebrada en Farnborough, Gran Bretaña en julio de 2002 (International Herald Tribune del 27/07/02).
El 24 de julio de 2002 la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una partida suplementaria de urgencia de 28,9 mil millones de dólares para la “lucha contra el terrorismo”, 14,5 mil millones destinados a Defensa, que ya registró una cifra “récord” en 2001 (379 mil millones de dólares).
Después del 11 de setiembre 2001 la “lucha contra el terrorismo” ha sido el pretexto para aumentar los gastos militares. Pero en junio de 2002 el Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz (SIPRI) de Estocolmo (despacho de AFP fechado en Estocolmo el 13 de junio de 2002), indicó que los gastos militares están aumentando desde 1998, es decir desde bastante antes del atentado del 11 de setiembre. En el trienio 1998-2001, según el SIPRI, los gastos militares aumentaron ligeramente en Europa occidental y fuertemente en Estados Unidos, en Europa central y oriental, en Asia del Sud, en Medio Oriente y en África, donde el aumento fue el más importante (31 por ciento en tres años). Que África, el continente cuya situación social, sanitaria y alimentaria es la peor del planeta figure a la cabeza del aumento de los gastos militares es una aberración total. Para establecer las responsabilidades (aparte de la de los propios dirigentes africanos) no hay que olvidar quiénes son los que promueven las guerras en África y que los seis países principales vendedores de armamentos en el mundo son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania.
Actualmente esos sectores industriales dominantes , apoyados en el enorme poderío militar de los Estados Unidos, detentan de hecho el poder de decisión a escala mundial. Son ellos los que han optado por una economía de guerra en los Estados Unidos y, en el plano internacional, por la guerra y la ocupación militar de zonas económicamente estratégicas (especialmente las más ricas en petróleo y gas) en todo el mundo, para asegurarse una elevada cuota de beneficios y también el control directo de las principales fuentes y reservas energéticas (Estados Unidos consume el 25 por ciento del petróleo mundial pero sólo tiene el 3 por ciento de las reservas). Y promueven luchas interétnicas en Africa, lo mismo que otras sociedades transnacionales basadas en países europeos, sobre el fondo de la disputa por el control de materias primas estratégicas que abundan en la región.
La guerra es una opción recurrente del capital monopolista en los momentos de crisis económica, porque es una manera de reactivar la producción industrial sin necesidad de reactivar la demanda (el Estado compra la producción de armamentos con el dinero del contribuyente sin consultarlo y la población del enemigo elegido “consume”, por cierto involuntariamente, las bombas que recibe sobre su cabeza). Y después de la guerra los grandes monopolios de la industria civil acaparan el negocio de la reconstrucción y de la “ayuda humanitaria”.
En su libro “Capitalismo, Socialismo y Democracia” (1942), el economista Joseph Schumpeter afirmaba que “el capitalismo es por naturaleza una forma o método de cambio económico” de sustitución de lo viejo por lo nuevo, a lo que denominaba “destrucción creativa” (nuevos consumidores, nuevos bienes, nuevos métodos de producción o transporte, nuevos mercados, nuevas formas de organización industrial, etc.). La guerra sería la forma más drástica de “destrucción creativa” inherente al capitalismo.